Charles Darwin visitó la Argentina entre 1832 y 1834, y
observó varias especies de calandrias. Luego continuó su viaje por Chile y vio
una nueva especie. Cuando en 1835 llegó a las islas Galápagos, lo primero que
le llamó la atención no fueron los pinzones, sino las calandrias, que ya
conocía de las llanuras argentinas. En ese archipiélago observó y colectó
especímenes de tres especies distintas. Pero se confundió al pensar que estas
aves eran el resultado de un proceso evolutivo ocurrido en el archipiélago
luego de ser colonizado por un ancestro que provenía de Sudamérica.
Hoy, gracias al uso de los códigos de barras genéticos, el
doctor Pablo Tubaro, investigador del CONICET y vicedirector del Museo
Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, identificó correctamente
a las cuatro especies de calandrias que viven en nuestro país. Además, con este
método se identificó una quinta especie de calandria que vive en Chile, y que
hoy se sabe, también, que habita en Neuquén. Este ejemplo ilustra cómo una herramienta
genética ayuda a evaluar y resolver hipótesis sobre los límites entre especies,
relaciones filogenéticas y patrones biogeográficos. Permite distinguir entre
especies emparentadas.
Pero ¿qué es el código de barras genético? Este método se
basa en el uso de una secuencia corta del ADN para la identificación de
especies. En los animales se utiliza un fragmento de un gen que se encuentra en
las mitocondrias. Los cuatro tipos de nucleótidos que forman el ADN se
representan con distintos colores y constituyen las “huellas genéticas”
particulares de cada ser vivo. Sirven para identificar especies animales
vegetales, en forma rápida y efectia.
En 2003, el doctor Paul Hebert de la Universidad de Guelph,
en Canadá, propuso el uso de un código de barras genético. Al año siguiente, un
grupo de museos, universidades y laboratorios de todo el mundo creó el
Consorcio del Código de Barras de la Vida. La primera institución argentina en
participar en este proyecto global de identificación de especies fue el Museo Argentino
de Ciencias Naturales. Pablo Tubaro, integrante del Comité Científico del
proyecto, dice que “estas secuencias genéticas serían equivalentes a los
códigos de barras que se utilizan para reconocer productos en un supermercado y
permitirían identificar nada más ni nada menos que cada una de las especies”.
En la Argentina se creó un comité nacional para el proyecto,
formado por una docena de investigadores del CONICET, y con representantes de
la Administración de Parques Nacionales, del Museo de La Plata y de la
Dirección de Fauna Silvestre de la Nación, entre otros organismos. La Argentina
se constituyó en el primer nodo regional en el Proyecto Internacional de Código
de Barras de la Vida, que planea catalogar cinco millones de especímenes de
500000 especies en los próximos cinco años. La Argentina ya está trabajando en
aves y en peces marinos, y ocupa un lugar relevante en este proyecto mundial.
El código de barras genético sirve para identificar especies
conocidas y también ayudará a descubrir otras nuevas.
Tomado de Biología 2, Ed Santillana, 2016